El viernes, 27 de marzo, escuché un audio de Santiago Molano, alumno de la Escuela de Magia del Amor, creada por un gran referente y filósofo colombiano Gerardo Schmedling, que hablaba sobre el “para qué” de toda esta gran crisis de la humanidad. Y me iluminó. Me resonó profundamente.
Siento que he de actuar como puente. He de compartirlo puesto que mirar los hechos desde otra perspectiva nos amplía nuestro potencial para seguir creciendo, tanto personal como profesionalmente. Lo primero, adelanto que tiene un lenguaje un tanto espiritual. Por lo tanto, no te creas nada, valídalo tú mismo a través de tu experiencia:
“Todo el universo corresponde a un orden perfecto, regido por el plan de amor del padre. ¿Cuál padre? Llámalo como quieras: Dios, Universo, la Gran Energía, Vida, Naturaleza, etc. No hablo desde ninguna perspectiva religiosa, no hay que creer en nada. Simplemente es cuestión de abrir los ojos para reconocer que existe algo más grande que nosotros. El nombre es lo de menos.
A mí personalmente me ha llevado más de catorce años comprender lo que significaba esto. Lo primero por donde empecé, con dificultad, fue renunciando la idea del azar o la suerte. Con dificultad, porque esta idea del azar o la suerte nos sirve para victimizarnos. Renunciar a esta idea me hizo entender que todo el universo corresponde a un orden perfecto en el cual que la suerte o el azar no existe.
Lo que existe son procesos pedagógicos que tienen como único propósito el despertar de la consciencia. Cuando hablo de consciencia, me refiero a esa capacidad precisamente de reconocer ese plan de amor del padre manifestado en todas las circunstancias y en todas las realidades con las que nosotros nos hacemos correspondientes en la vida. Significa entonces que lo que estamos viviendo actualmente como humanidad tiene como propósito que aprendamos.
En ese orden de ideas, y por extraño o retorcido que parezca, lo que está pasando es maravilloso. Sin embargo, los aprendizajes son de diseño individual. Quiere decir que la realidad que estamos viviendo va a mostrar a cada individuo qué es lo que lo habita, qué es lo que hay en su interior y qué es lo que necesita aprender para poder avanzar en su proceso evolutivo.
El universo hoy nos está invitando a parar. A volver a nuestra casa. Y este concepto no es solo el lugar físico, donde estemos actualmente. Sino es básicamente volver a nosotros mismos. Volver a casa significa evaluar todos los resultados que hasta ahora hemos generado en nuestra vida.
Es tiempo de cosecha. Es tiempo de darnos cuenta que es lo que hemos sembrado hasta ahora en nuestra vida. Es hora de ver cuál es la relación de pareja que tenemos. Es hora de ver a nuestros hijos y la relación que hemos construido con ellos. Es hora de ver nuestro estado de salud. Es hora de ver el trato que hemos dado a nuestro cuerpo. Es hora de darnos cuenta de cómo nos hemos alimentado. Cómo hemos manejado nuestros recursos. Es hora de evaluar el servicio que le estamos prestando al planeta.
En esta vida, la siembra es voluntaria. Sin embargo, la cosecha es obligatoria. Así que es tiempo de que no nos distraigamos. No hay ningún lugar hacia donde huir. La vida nos está centrando en nuestra realidad. Es tiempo de evaluar nuestra cosecha y asumir nuestros resultados.
Recuerda que el universo no castiga, solo enseña. De manera que cualquier resultado insatisfactorio que estemos encontrando en este momento en nuestra vida tiene el propósito de que aprendamos. La realidad en la que vivimos ha sido creada por nosotros. De manera que solo nosotros podemos transformarla.
Llego la hora de limpiarnos, de lavar. No solo nuestras manos sino, en especial, nuestra mente de todo aquello que no nos permite estar despiertos. Llegó la hora de centrar nuestra energía en valorar lo que tenemos en vez de seguir persiguiendo como locos lo que siempre hemos querido. Es hora de enfrentar nuestros miedos. Nuestros miedos tienen la maravillosa función de mostrarnos nuestras carencias.
Así que la vida nos está quitando todo aquello que no necesitamos. El universo nos está recordando que nada es nuestro. El universo nos está invitando a renunciar a nuestros sueños para poder despertar a nuestra realidad. No es hora de soñar, llegó la hora de vivir, de sanar. De dejar morir a lo que no somos y de desperar al inconmensurable potencial que ha estado dormido por tanto tiempo.
Es la hora de despertar al amor, a la comprensión, al respeto absoluto por los aprendizajes de los demás. A la aceptación del otro tal cual como es. A la humildad para reconocer la sabiduría con la que funciona el universo. No le pidas a Dios que esto pase, pídele mejor que puedas comprender lo que está pasando y que puedas aprender de ello.
Es hora de servir allí donde te corresponde. En ese lugar donde tú elegiste, rodeado por los que tú elegiste. Incluso si en este momento estás solo, esa también es tu elección y significa que lo que te corresponde es aprender a estar contigo y ser una buena compañía para ti.
Es hora de entender que la libertad solo existe en nuestra mente y de empezar a ejercer esa libertad para renunciar a la ignorancia con la que hasta ahora hemos habitado este planeta. El universo está hablando con firmeza a nuestro ego. Recordándonos lo que de verdad es importante. Le está hablando a nuestra vanidad, a nuestra ambición. Ahora más que nunca estamos viendo el aire que estamos respirando. El enorme daño que nuestra tiranía ha generado a este planeta que es nuestro hogar.
El universo nos recuerda que el agua es un tesoro más valioso que cualquier lujo que el dinero puede comprar. Que no necesitamos más casas, ni más cosas, ni más ropa. Que no hay que conocer más lugares si no tenemos la capacidad de disfrutar el lugar en el que estamos hoy. El lugar que hemos conseguido hasta ahora con nuestro esfuerzo. Si no hemos sabido ser felices con lo que tenemos, tampoco vamos a saber ser serlo cuando tengamos lo que creemos que nos hace falta.
Es hora de soltar los apegos. De comprender los mensajes. Este virus solamente está afectando a los seres humanos. ¡A nada más! Porque en realidad somos nosotros los que estamos enfermando este planeta. Estamos enfermos y el coronavirus solo nos está dando la oportunidad de aprender a sanar. De volver a ser humanos. Así que hablar de una guerra contra aquello que tiene como propósito enseñarnos no tiene sentido.
Esta situación va a durar lo que nosotros necesitemos que dure. Lo que nos tome aprender a reconocer con humildad que para ser felices no se trata de hacer lo que queremos sino aprender a amar lo que somos y lo que hacemos.
Hago una especial invitación a que no temamos a la muerte sino que tengamos más bien temor a no ser capaces de valorar que estamos vivos. No temamos a perder el dinero o las cosas que creemos que poseemos. No temamos perder a los que amamos, más bien temamos no tener la sabiduría para amarlos mientras vivan. No temas, puesto que no podemos perder aquello no es nuestro. Perderemos solo lo necesario para reconocer la verdadera riqueza.
Morirán a los que les corresponda continuar su aprendizaje desde otra dimensión, porque ya habrán cumplido su tiempo en la Tierra. De manera que no pidas nada, porque todo eso que quieres nace de tu ego. Y mientras tu ego pide, el universo en su infinito amor solo enfoca su energía en entregarte siempre lo que necesitas.
Llegó la hora de despertar. Solo entonces desde una profunda gratitud podremos empezar a enmendar tanto daño que hemos hecho. Las sombras habrán cumplido su tarea porque habremos aprendido a valorar la luz. Y habremos encontrado esa luz en ese lugar donde siempre ha estado: en el corazón de cada uno.”
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Fotos realizadas por Jötâka, Markus Spiske y Randy Jacob en Unsplash.