En el colegio, de vez en cuando, los estudiantes teníamos que hacer presentaciones ante toda la clase. Recuerdo que sentía mucho miedo, vergüenza y se me aceleraba el corazón. Me hacía pequeño y no me salían las palabras. Me olvidaba de lo que quería decir. En la universidad las presentaciones se hacían cada vez más frecuentes. Tenía dos opciones: o huir de ellas o aprender a afrontarlas. Así que decidí dedicar mucho más tiempo a sus preparaciones y hacer todas las presentaciones que podía. La experiencia hace al maestro.
Con el tiempo ese miedo fue desapareciendo poco a poco, pero me quedaba mucho por mejorar. Al terminar la carrera decidí apuntarme a un club de oratoria. Era totalmente práctico, así que fui preparándome diferentes conferencias y charlas. Tras varios años, salté al escenario a nivel profesional. Primero me llamaban para dar conferencias de manera gratuita, pero no importaba porque cuando estoy en el escenario fluyo. Cuando subo a él se me sigue acelerando el corazón, pero estoy tranquilo porque soy un medio: la información y el conocimiento fluyen del universo a través de mí. Me encanta hacer de la oratoria un arte.
¿Quieres saber cuál fue el club de oratoria al que me apunté?